Saturday, 04 de May de 2024


+ Europa: agonía de Estado de bienestar + Brasil y Chile, primeros avisos para AL




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París, Francia.- Si de algo podría servir la profundidad de la crisis en Europa, la crisis del Estado de bienestar tendría el punto central de atención: sin embargo, gobiernos de izquierda y de derecha han eludido el tema y se han centrado sólo el resistir las protestas sociales por el ajuste.

Especialistas europeos han establecido dos variables fundamentales del Estado de bienestar: la atención de las necesidades de los más pobres pero también la de las mayorías no propietarias y el papel regulador de la autoridad estatal para controlar el funcionamiento de las empresas. En ambas, el Estado ha fallado.

 

 

A diferencia de otras crisis, ahora los europeos se han encontrado que las políticas económicas de izquierda y de derecha descuidaron la función estabilizadora del Estado. En España, la izquierda despilfarró el superávit presupuestal y hundió la economía en un déficit crónico y en Francia la derecha cometió el mismo error y Nicolás Sarkozy heredó al Partido Socialista una economía deficitaria, En ambos casos, la salida impuesta por la Unión Europea y por el Fondo Monetario Internacional fue un ajuste macroeconómico --como el de México 1977, 1985 y 1995-- de recorte de gasto con abandono de compromisos sociales, sólo que con sociedades aquí que salen a la calle cada fin de semana a protestar por los recortes.

 

 

Debajo de los jaloneos en las calles se localiza el fin histórico del Estado de bienestar como se había diseñado desde el crack bursátil de 1929 en Nueva York. La parte económica de la guerra fría EU-URSS estuvo basada justamente en el papel del Estado: el garante de la distribución de la riqueza aunque en forma de distribución de la pobreza o el pivote de la economía de mercado para crear riqueza que desbordara a la sociedad. Con altas y bajas, el Estado cumplió sus funciones en ambos regímenes…, hasta que los desequilibrios se convirtieron en crisis: fiscal por la carga de gasto social en las sociedades progresistas y especulativa en los capitalismos desarrollados.

 

 

De los Estados Unidos a Europa, pasando por las estrecheces de países de América Latina, el Estado se encuentra en el centro de la crisis: a pesar de los malabares retóricos de la izquierda neopopulista y de las justificaciones mercadológicas de la derecha fundamentalista, el asunto es que el Estado ya no puede ser el mismo de antes, tiene una función estabilizadora en los social y reguladora en la supervisión del funcionamiento de la economía, pero los gobiernos han eludido este debate.

 

 

Las protestas callejeras en España, Francia, Grecia, Portugal, Italia y pronto en Inglaterra han tocado el punto central de la crisis: los Estados ya no pueden sostener coberturas sociales de antes porque carecen de fondos y sobre todo ignoran de donde obtenerlos, por lo que los recortes de coyuntura se están quedando como permanentes en una nueva redefinición de las funciones posibles del Estado. Y pasa lo mismo con la derecha en España que con la izquierda en Francia.

 

 

Ante la avalancha de protestas, las respuestas gubernamentales son elusivas, prometiendo lo que no podrán cumplir. Y lo peor del asunto es que las organizaciones de izquierda --partidos, sindicatos, intelectuales-- se han negado a debatir las posibilidades y limitaciones del Estado, cuando debieran ser las más interesadas en replantear las funciones económicas. Hay posibilidades de que las nuevas funciones del Estado sean más efectivas en términos reguladores que en compromisos incumplibles.

 

 

El problema procedimental es que los procesos electorales tampoco funcionan: en España llegó la derecha ante el fracaso estrepitoso de la izquierda en la gestión de la crisis --una negativa que disparó el desempleo-- y en Francia la izquierda arribó al poder por los errores de la derecha; pero derecha e izquierda han tenido que ajustar la economía en términos de gasto y de funciones del Estado y ninguna de esas dos formaciones ha intentando siquiera reflexionar sobre el colapso del Estado de bienestar.

 

 

En América Latina se han dado ya los primeros indicios. En Chile la derecha ha recortado gastos en educación y ha provocado la violencia juvenil en las calles, pero en su momento la izquierda --que quiere regresar-- hizo nada para atender las estrecheces financieras del Estado de bienestar. Y en Brasil la izquierda decidió el camino del neopopulismo asistencialista ante su incapacidad para romper la estructura de la desigualdad social, aunque con el error estratégico de darles a los brasileños más futbol que bienestar.

 

 

El debate de las reformas estructurales en México, que han comenzado a atraer la atención de la Unión Europea, va en el mismo sentido: reorganizar las funciones del Estado, crear formas de creación de riqueza dentro del sistema productivo privado y sacrificar áreas del Estado en busca de mayor creación de la riqueza. En Francia y en España la izquierda aparece pasmada, añeja, sin respuestas a los desafío; peor aún, parece haber olvidado que el marxismo ofrece instrumental analítico claro sobre las crisis y las reorganizaciones productivas. Hasta la izquierda socialista aparece espantada por la crisis del capitalismo.

 

 

La crisis en Europa no tiene muchas salidas y una de ellas tiene que ver con la redefinición del Estado de bienestar: cuáles son los límites de cobertura social del Estado, cómo se va a replantear el contrato social con los ciudadanos que dependen de la protección del Estado y de qué manera el Estado va a regular con energía y decisión al mercado para reactivar la economía. Hasta ahora, izquierda y derecha en Europa se han desentendido de la redefinición de las políticas fiscales por los temores a ahuyentar al capital, pero sin usar el poder del Estado para redefinir la función privada como acumulación de riqueza.

 

 

Así, la crisis en Europa tiene que ver con la redefinición del Estado de bienestar, no con la defensa de algunos programas sociales.

 

 

 

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